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Sergio Vahia de Abreu

el último Sertanista

Había terminado una salida de buceo con mi amigo Paulo López, en las maravillosas aguas de Arraial Do Cabo, cuando me puse a conversar con otro buceador sobre las bondades de la fauna allí, y hablando de la fauna en general le comente mi trabajo como naturalista y fotógrafo en el Amazonas Boliviano, !pero tu tienes que conocer al suegro de Paulo! me dijo, pues no le conteste, !el conoció a los hermanos Villas Boas! pero debe ser un hombre muy grande le conteste ,si pero esta bárbaro !Así fue como Paulo me presento al otro día a su suegro Don Sergio Vahia de Abreu, su padre el Dr. Vahia de Abreu había sido el medico de la expedición Roncador-Xingú liderada por los legendarios hermanos Villas Boas allá por el año 1943-1950 y el había seguido los pasos del sertanismo.Mientras esperaba la llegada de Sergio a la recepción de la hermosa posada "Suiá "que regentea su hija Fernanda Paulo me mostró la enorme colección de objetos que su suegro había obtenido en sus diferentes viajes a través de la selva

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

. En sendas vitrinas se encontraban tocados de plumas magníficos , peines, collares, tallas de animales en madera, colmillos, hermosos tejidos con guardas simétricas, platos de cerámica de fantásticos grabados, pero nada llamó mas mi atención como la gran vitrina que contenía un tras otra unas 40 bordunas, armas clásicas de los Xindú y que yo conociera por los libros de otro Sertanista como lo fue Don Eduardo Barros Prado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El hombre apareció por el corredor de la posada con sus muletas y una sonrisa en el rostro, de complextura mediana se acercó y estrecho mi mano al punto que me invitaba a sentarnos en el acogedor hall, sorteando los inconvenientes de la diferencia idiomática fuimos dialogando en un portuñol que gracias a la buena voluntad de Sergio fue posible.Hablamos del Alto Xingú , el río Das Mortes , los hermanos Villas Boas, los Suiá que dieron nombre a su posada y del hecho de que fuera el, el que hiciese el segundo contacto con estos aborígenes, también de Orlando y Claudio y de su viaje junto a ellos en 1958 para la determinación del centro geográfico del Brasil y el documental "Coraçao do Brasil"que filmo el extinto documentalista Ingles Adrian Cowel cuando luego de 50 años Sergio volvió a la selva con sus muletas para reencontrarse con el cacique Raoni.Fue para mi una experiencia extraordinaria, su jovialidad, su humildad y su interés por mi trabajo como sertanista en las selvas Amazónicas me demostraron una vez mas que los grandes hombres son los mas humildes, a sido para mi un gran honor conocerlo.

 

 

                                                                                                                                                                                                                                           Juan Carlos Ronchieri

                                                                                                                                                                                                                                         Fotógrafo y Naturalista

Segundo contacto con los indios Suiás - 1959

Por Sergio Vahia de Abreu

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A mediados de agosto, en la época del desove de los tracajás (especie de tortuga pequeña), una vez mas, hice solo, en 1959, una excursión particular al río Xingú.El acceso a aquella región se hacía solamente a través de los dos campos de aterrizaje de la FAB, situados en el rio Kuluene, ruta del Correo Aéreo Nacional – CAN. El ingreso en aquella área solo era permitido con autorización extraordinariamente restricta de la FAB, de la Fundación Brasil Central – SPI.El camino más próximo hacia el Alto Xingú quedaba a algunos cientos de Kilómetros, así como cualquier tipo de civilización.Aquel año, mi incursión fue mucho mejor que las de los otros años, pues utilicé un avión solo para mí.El año anterior (1958), durante la expedición al Centro Geográfico del Brasil (VER INFORMACIÓN DETALLADA EN EL RELATO DE LA EXPEDICIÓN AL CENTRO GEOGRÁFICO DE BRASIL) traté, en Xingú, con los indios jurunas – mis conocidos de otros viajes – la construcción de una canoa, en cambio de un rifle 22 y 2 cajas de balas. La que me entregarían el próximo año (en la época del desove de los tracajás).Mi conocimiento y amistades en el FBC (órgano federal de exploración y reconocimiento de tierras desconocidas) se iniciaron en 1943, cuando mi padre – Dr. Vahia de Abreu – era médico de la expedición Roncador-Xingú, de1943 a 1950, la cual modestamente frecuenté por años y que me proporcionó innumerables favores tales como pasajes aéreos, envío de gasolina, de cargas etc.Paralelamente, tenía también amigos y buen conocimiento en el FAB, principalmente en el sector “RUTA Rio-Manaus”. Esta ruta, en verdad, era un departamento que tenía como finalidad “sembrar” campos de aterrizaje entre aquellas ciudades, único puente aéreo para los Estados Unidos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En vista de estas circunstancias, obtuve, en 1959, una concesión especial del F.B.C. cuando su presidente, Dr. Retto, me cedió el pequeño avión Cessna 170-PP-BULL para un viaje a Xingú, cómo y cuándo yo así lo deseara.El vuelo de aproximadamente 2h40min fue pilotado por el amigo “Chico Doido (Chico loco)” (Francisco Milhomem). Por medida de seguridad, el vuelo siempre se hacía encima de algún rio. Primero, volamos sobre el rio Sete de Setembro. Después, fue la vez del Kuluene y por último el Xingú.Salimos de Xavantina y aterrizamos en la confluencia del rio Suiá-Missu con el Xingú, lugar conocido como Diauarum (onza negra en la lengua de los indios). Puesto del FBC desde mucho tiempo abandonado, aunque con buena pista de aterrizaje.Combiné con Chico el día exacto de la vuelta: 1 mes y medio después. Desde aquel puesto, la civilización más próxima quedaba algunos cientos de kilómetros – el campo del FAB en el rio Kuluene (Campo del Yacaré).La carga llevada estaba limitada a mi peso (75kg), gasolina (120kg), motor de popa (18kg), una olla de presión y sacarina, en vez de azúcar, debido al peso. Con referencia a la comida, la carga estaba bien limitada (pequeña cantidad de harina, sal y ajo), siendo caza y pesca la alimentación básica. En esa temporada hay muchos huevos de tracajá (tortuga).El motor, viejo expedicionario de muchos viajes, un Arquímedes de 2 ½ HP, simple y robusto, prácticamente nunca se estropeaba, consumiendo menos de 1 litro por hora.Del punto de vista de satisfacción personal, estaba “rico”. Tenía tiempo y gasolina que precisara y una naturaleza exuberante y virgen por delante, sólo para mí... ¡qué egoísmo! Nada programado. Sólo andar sin ton ni son, cazando y pescando (religiosamente solo para mi sustento).Bajé por el Xingú sólo, pasé por las aldeas jurunas, subí el rio Manitsauá-Missu hasta su afluente Arraias, en cuja confluencia había, y todavía hay, una aldea kajabi. Allí encontré el adolescente Pionim (casi “cría” de Orlando Villas Boas). Muy vivo, simpático, mi conocido del tiempo de la expedición del centro Geográfico (1958), cuando convivimos por casi un año. Lo convidé o para ‘vagabundear’ unas semanas. De repente, aceptó.Subimos el Arraias por más dos semanas, hasta quedar bien raso y el motor no consiguió más. Selva seca, aguas límpidas, leña abundante, mucha caza y pesca y onzas gruñendo, mosquitos cero. Yo las imitaba gruñendo hasta que se aproximaban bien. Aves piando, diversos tipos de monos que nos visitaban casi diariamente. Desde joven, fui un razonable imitador de bichos. Estábamos en la propia sucursal del paraíso.Después de algunas semanas, volvimos para la aldea. Pionim ya en casa, se quedó. Continué sólo el Manitsauá-Missu abajo.En la aldea de los jurunas, en el Xingú, no sé por qué, resolví visitar a los suiás. Ya sabía el “domicilio”. Explico adelante.Los jurunas se entusiasmaron con la idea y dos de ellos resolvieron ir conmigo. Fueron, aunque llevando sus mujeres. Juruna no deja la mujer para nada. Egoístas.Más o menos en los meses de mayo y junio de aquél año (1959), los hermanos Villas Boas (Orlando y Claudio) contactaron a los indios Suiás, antes temidos, hace décadas chúcaros y distantes. En ese contacto Orlando sacó varias fotografías, cuyos rollos de filmes me los enviaron a Rio de Janeiro con una cartita (que tengo hasta hoy) pidiendo para que revelara el filme “en secreto” y mandar de vuelta los negativos. Esa carta me revelaba la localización de la aldea suiá.En ese arduo trabajo, fue usada la interferencia de los jurunas que en aquella época estaban aproximándose de los suiás, después de décadas de animosidades, con muertes y secuestros de mujeres y niños. La razón de la aproximación era el hecho de que los kajabis, antiguos cazadores de cabezas, estaban trasladándose de la cuenca del rio Teles Pires para la del Manitsauá-Missu, causando cierta aprensión. De este modo, una alianza con los suiás era medida inteligente desde el punto de vista estratégico.Partí Xingú arriba, con las dos parejas de jurunas. Pasé por el Diauarum y subí por unos dos días el rio Suiá-Missu.En la confluencia del rio Contissi-Missu hay una pequeña isla donde estaban acampadas unas tres o cuatro familias de Suiás.En la época de seca (mayo/setiembre) las aguas bajan. Todo seco, sin mosquitos y abundancias de peces. Los indios aprovechan esa bonanza y se esparcen por el paraíso en pequeños grupos.Nos presentamos. Por suerte, los dos jurunas, después de conversar con una vieja suiá, concluyeron que eran parientes. Ella se acordaba un poco de la lengua juruna, pues había sido robada cuando era niña. Muchas preguntas sobre parientes vivos o muertos. Lloraban bastante. Fue una escena conmovedora. Ahí, los suiás dijeron que estaban muy enojados con los caraíbas (blancos), pues dejaron embrujo en la aldea. Con gestos y mímicas dieron a entender claramente: dolor de cabeza, dolor en el cuerpo, tos, fiebre etc. Era gripe.Les dije que tenía magia contra to eso (penicilina y jarabe para tos). Yo iría de cualquier manera a la aldea. Los jurunas, con miedo, no fueron. Se quedaron.

Como las aguas estaban muy bajas, en el auge de la seca, no pude viajar de motor. Partí con otros dos suiás en una canoa de cascara de jatobá, que calaba unos tres dedos en el agua. Remamos el resto de la tarde y casi toda la noche. Agua rasa y cristalina. Había una infinidad de peces. Era común que empujáramos la canoa. Me quedé solamente con camisa. El banco y la posición muy incómodos.Muy tarde por la noche llegamos entonces a un barranco, puerto de la aldea, con el cuerpo todo “quebrado”. Estaba completamente inocente. Mis acompañantes empezaron a dar gritos de llegada siendo respondidos por los otros de la aldea. Mi llegada había sido anunciada. Minutos después, llegaron tres suiás armados con borduna (cachiporra), arco y muchas flechas. Ese armamento sugería algo de muy anormal. Nadie anda armado así por nada. Llegaron gritando, gesticulando y temblando mucho. Mentón temblando es muy extraño. Momentos inolvidables de miedo. Sólo, a la noche y cercado por una banda de apariencia alucinada y muy nerviosos. Mi futuro inmediato no era nada promisor.En mi cabeza, con mil pensamientos en aquel momento, surgió la siguiente indagación. ¿Quién me mandó venir aquí? ¡Que nostalgias de Copacabana! ¡Qué desesperación!!! Todos, nerviosos, uno por uno, se dirigieron a mí temblando golpeando varias veces en mi hombro, con gestos y mímica me dijeron claramente la misma cosa que los otros suiás de la isla me habían dicho: la gripe.Hice un gran esfuerzo para mantenerme con apariencia serena. Aunque despavorido, yo no dejaba de decir repetidamente y con vehemencia, que aquello era cosa de Orlando y no mía. ¡Yo estoy llegando ahora, joder!

 

Claro que no entendieron nada. Recé para que usaran la borduna, pues el golpe fuerte no se siente. Ya me creía muerto. Flecha, hasta matar, debe ser muy dolorido.¿Por qué matarme? En la cultura xinguana, el hechicero sólo hace magia mientras está vivo. Murió, acaba todo.Por otro lado, ellos debían pensar. Cómo una persona sola va a la aldea de otro pueblo. Al inicio de una aproximación, época en que todavía no están definidas las verdaderas intenciones de cada grupo. De paz o espiar para beligerancias futuras.En la cultura de los pueblos primitivos no existe loco. Debe ser realmente un gran hechicero. Entonces, surra para él. Fueron llegando más y más indios en pequeños grupos. Todos armados y se dirigirán à mi de la misma forma que los otros.Los ya “presentados” se reunieron aparte, y continuaron discutiendo por gestos y temblaban. Yo creí que el temblor era por miedo de matarme, pues sería una declaración de guerra con mi pueblo, que elles pensaban que era una tribu lejana más. En ese momento, llegó el capitán (jefe) suiá (foto). Hizo un discurso más extenso que los otros dos. Por último, llegó su hijo Kuiuci (foto), con 18 años, sin argolla en los labios. Futuro jefe de los suiás. Este hizo un discurso todavía más grande. Muy “pícaramente” apoyó su mano en mi corazón para ver si yo estaba con miedo.

 

A esa altura, con un buen tiempo ya pasado (tal vez unos 40 minutos) y habiendo sido envuelto por calma y resignación, mi corazón ya estaba en marcha lenta, indicando ningún miedo. ¡Mentiroso!Con Kuiuci el nervosismo del grupo terminó como por encanto.Aún desde lo alto del barranco, sólo de camisa, le pedí a alguien que buscara mi bolsa en la canoa. Todo sólo por mímica. En la bolsa, estaba mi revolver dentro de una media, indicando mi total despreocupación, de inicio. A seguir, Kuiuci mandó que fuera caminando en dirección al lugar donde los integrantes de los Villas Boas armaron sus redes. Para andar agarré la linterna y la encendí. Fue una gritería general. La apagué y tomando la mano de Kuiuci junto con la mía y volví a encender la linterna con el haz de luz apuntado para lo alto. La tranquilidad volvió.

 

El capitán (Jefe indígena)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El joven Kuiuci

 

A esa altura, con un buen tiempo ya pasado (tal vez unos 40 minutos) y habiendo sido envuelto por calma y resignación, mi corazón ya estaba en marcha lenta, indicando ningún miedo. ¡Mentiroso!Con Kuiuci el nervosismo del grupo terminó como por encanto.Aún desde lo alto del barranco, sólo de camisa, le pedí a alguien que buscara mi bolsa en la canoa. Todo sólo por mímica. En la bolsa, estaba mi revolver dentro de una media, indicando mi total despreocupación, de inicio. A seguir, Kuiuci mandó que fuera caminando en dirección al lugar donde los integrantes de los Villas Boas armaron sus redes. Para andar agarré la linterna y la encendí. Fue una gritería general. La apagué y tomando la mano de Kuiuci junto con la mía y volví a encender la linterna con el haz de luz apuntado para lo alto. La tranquilidad volvió.

 

En aquel lugar, Kuiuci me mandó que armara la red. Respondí que no tenía. Sólo duermo en el piso. Trajeron una. Pedí leña y encendí una hoguera con bastante claridad. Para encenderla, con fósforo, hice gestos teatrales. El fósforo todavía era una cosa inexplicable y, por eso mismo, hechizo, o sea, de gran utilidad.A continuación, que alguien fuera para buscar agua en una lata. Un suiá se ofreció y fue corriendo con la linterna. Con este acto, debe haber ganado créditos por su coraje.Después de acomodado, sentado en la red, con bastante iluminación, los suiás me examinaron totalmente, tocando mi barba, pies, manos etc. En esa oportunidad, trajeron cazabe con pescado.Como buena señal, las mujeres también aparecieron, y entre ellas la mujer de Kuiuci, que lo llamaba “Kuiú”.Esos indios no conocían el metal, o era madera o piedra. Poseían dos hachas de hierro robadas de la expedición del famoso científico y explorador alemán, Von Den Steinen, en 1886. En su clásico libro “Brasil Central” registró el robo, pero hizo de cuenta que no había visto.Que quede registrado. No me dejaron ir a la aldea. Kuiuci, todavía aquella noche, mandó que tirara con la escopeta. Con miedo de causar más tumulto, me negué. Pero insistió tanto que efectué dos tiros en un árbol. En ese momento Kuiuci empezó a reír, se reía mucho. Por la mímica y por ciertas palabras clave entendí que la finalidad era asustar a los otros de la aldea que no sabían la razón de los tiros. Deberían estar despavoridos. ¡Qué espíritu de bromista! Kuiuci es, de hecho, diferente.Durmieron conmigo dos hombres bien armados. Kuiuci se justificó: los hombres eran para protegerme de los Txukarramães que los atacaban con bordunas. Mentira. Ellos se quedaron para vigilarme. ¡¡Gran diplomático, Kuiuci!! Por la noche yo podría transformarme en onza o algo parecido

 

Él me pareció muy inteligente no solo por el hecho de no usar argolla, contrariando toda una cultura, sino por otras actitudes, como las bromas, la diplomacia etc. Merece realmente se el jefe y lo es hasta hoy.Al otro día, le di inyección de penicilina a quien tenía fiebre. A los que tenía tos, les di “popularmente” el jarabe, sirviéndome para ello de la tapita de vidrio como medida.Sabía que, en un grupo, algunas personas se curarían de cualquier manera, lo que sería acreditado a mi “hechizo”. Con referencia a los no curados, era porque el hechizo que tenían era más grande. El poquito de jarabe que sobró quedó con el padre de Kuiuci. Al otro día, como nadie tuvo nada, él me pidió que le diera el jarabe. Concluí, el poder estaba también en mí.

 

Después de tres días me fui. El día de tomar el avión de vuelta estaba próximo. Bajé el Contissi-Missu en la misma canoa, ahora con Kuiuci y otro suiá.Durante el viaje, Kuiuci dio un show de flecha. Mató algunos pequeños peces en movimiento. A veces erraba.Llegamos a la isla donde había quedado mi canoa. Nos despedimos. Entonces las dos parejas de jurunas y yo bajamos el Suiá-Missu.

 

Llegué a Diauarum un día antes del avión, que ahora llegó pilotado por otro piloto del FBC – nombre .......... Volví a Xavantina y después a Rio de Janeiro.

 

                                             UN AÑO DESPUÉS

 

Al año siguiente, en la misma época, volví al Xingú en otra canoa de mi propiedad, que quedaba en el campo de la FAB en el rio Kuluene – Jacaré.Pasando por el Diauarum encontré a Claudio Villas Boas, Raoni (Txukarramãe, mi viejo conocido) y Kuiuci, entre otros. Como las lenguas de estos indios son muy parecidas le pedí a Raoni que por su vez pidiera a kuiuci que contara sobre mi visita a la aldea el año anterior.

 

Dijo que me tuvieron miedo, como yo pensaba. Y que por estar sólo, debía ser un gran hechicero.Cuanto a que me tocaban y hablaban mucho, aclaró Claudio que aquello hacía parte de la “educación”. Ellos te tocaban preguntando: ¿Cuál es su nombre? ¿El de su mujer? ¿El de sus hijos? ¿En su aldea hay mucho pescado? ¿Mucho bambú para flecha? Etc.

 

Cuanto más extensa la “conversación”, mayor el status de la persona. Por eso el mayor tamaño de los discursos del capitán y de Kuiuci.Kuiuci, después de la muerte del padre, continúa hasta hoy al frente de los suiás. Pretendo estar con él, tan rápido como pueda. Ahora en Setiembre de 2007 en la FUNAI (en Brasília) o en Xingú, cuando grabaré entrevista para recoger sus impresiones después de pasados 48 años.

sé porque solamente ahora, pasado tanto tiempo, resolví hacer este modesto registro y hechos ocurridos. Tal vez motivado por la nostalgia de aquellos tiempos como también por me sentir casi al fin de la vida”. ¡Casi!!

 

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