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Historias de Viaje.

El perro del Francés

 
Bonjour mon ami, el Francés levanto la mirada sin quitar sus manos de la masa, sus afilados ojos se clavaron en la figura que se recortaba en la puerta de la panadería tan temprano aún, miro la masa como si en ella estuviese el nombre que no recordaba y extendiendo los brazos como un molino grito Bonjou!! Que faites-vous ici.
Mi hoja de ruta me traía una vez mas a Rurrenabaque, la Perla del Beni y puerta principal hacia el Amazonas aquí en Bolivia, viajaba desde hacia unas semanas por tierra desde Santa Cruz de La Sierra  rumbo a el Puerto del Sena en el Departamento de Pando y aún estaba muy lejos de mi destino, así que pensé que podría perder uno o dos días en este bonito lugar en el que tengo un par de amigos.
Me acostumbre a desayunar en la panadería del francés, en primer lugar porque sus croissant son legendarios en Rurre, en segundo lugar porque abre mas temprano que nadie y  finalmente porque no existe otra panadería en cientos de kilómetros a la redonda.
Un sequito de empleadas nativas lo asiste calentado agua, haciendo el café que se colocará en sendos termos para que el cliente se sirva, armando las mesas en la vereda en fin, el las trata con rudeza como corresponde a un buen Francés,  en todos los lugares del mundo hay un francés.
Desde la vereda puedo ver las yungas aún con la niebla de la mañana, son las siete en punto y el pueblo comienza a tomar vida, el sol ya alto y cielo azul profundo anuncian otro día de 30 grados en pleno Julio, pero en ese momento la mañana fresca, el café caliente y los croissant era todo lo que necesitaba para sentirme feliz.
La música  rock escapaba de la tarjeta de memoria incrustada en el  pequeño reproductor que colgado eternamente del madero que sostiene el alero sobre la vereda  seguramente haría sentir menos lejanos a los cientos de extranjeros americanos, y europeos que llegan a estas tierras en busca aventuras exóticas.
A unos 50 metros y en medio de la calle aún desierta, un perro callejero se desperezaba, el olor a grasa de la panadería seria seguramente su mejor despertador, lentamente se empezó a acercar  a mi en busca de su desayuno, un poco descuidado pero en buen estado se sentó a mi lado, se rasco un poco la oreja derecha y con su hocico levanto mi mano izquierda buscando una caricia como diciendo eh soy yo, tu mejor amigo.
Corte un trozo del croissant y se lo di, lo comió al instante y así seguimos uno el, uno yo ,hasta que llegó el perro del francés.
De mediano porte el animal guarda el animo de su amo, se paro delante del perro callejero que al solo verlo comenzó una retirada táctica con la cola entre las piernas, el perro del francés lo siguió con firmeza sin siquiera un gruñido, solo la mirada fija, la cola erguida y la parada, la misma parada que el francés. El callejero se iba en cuotas, daba tres pasos con desgano y se sentaba a rascarse u olerse entonces el perro del francés se acercaba a tiro de mordiscón a lo cual el callejero respondía con una salida rápida para caer nuevamente en el perezoso tranco anterior así hasta el medio de la calle que ya empezaba a poblarse con los primeros clientes.
Cuando el perro del francés estuvo seguro que la distancia era la correcta y que lo había alejado lo suficiente pego media vuelta como un legionario y volvió a sentarse a mi lado sin aceptar premio alguno al igual que su patrón cuando se incendio el Mosquito y el Francés con quien Habibi el encargado Árabe estaba peleado, salto al interior del bar en llamas y logro contener el fuego aunque ya mucho se había quemado, así nos enteramos de que el francés había sido bombero en la Legión Extranjera.
A los pocos minutos otro vagabundo apareció rondado mi mesa, este tenia otra estrategia, en vez de venir hacia mi, directamente como el primero, parecía ir para otro lado pero ya que estoy acá me acerco un poco, no lo suficiente porque ya el perro del francés se había levantado y lo miraba fijamente desde el costado de mi pierna, el otro dudo y ese segundo fue suficiente para que el campeón de la panadería en dos cortos saltos hiciese retroceder al intruso un par de metros e instantáneamente contrajera una renguera fulminante igual a la de ciertos jugadores de fútbol en el área contraria.
El francés salio a tomar aire y yo le señale la actitud de su perro, se rió observándolo y me dijo, es así no deja que ninguno se acerque y a modo de excusa repitió mientras se encogía de hombros  ¡yo no le enseñé nada! el solo es así.
 
                                                                                            Juan Carlos Ronchieri
                                                                                           Fotógrafo - Naturalista

El Señor de la Selva

Seguía a mi guía Tsimane`; la alta selva y mi camisa totalmente mojada en transpiración me mantenía fresco, a pesar de los mas de 40 grados de temperatura que nos regalaba en pleno Julio, el trópico en estas latitudes. El había visto rondar aun gran tigre hacia como unos tres días y se ofreció a llevarme selva adentro para fotografiarlo, solo el y yo, así es

mejor, los dos lo sabíamos, caminábamos en el mayor

silencio posible, el descalzo, yo con mis botas cortas,

el chasquido seco de una rama rota resonaba en la

selva como un cañonazo, se detenía, observaba el suelo

un instante y continuaba la marcha con la soltura de

un gamo mientras yo me empeñaba en no hacer el

mas mísero sonido, en la vuelta de un recodo cercano a

un arroyo cortó un rastro, la huella era clara, una mano

izquierda sobre el borde del agua nos decía claramente

que abrevaba aquí, el rastro tendría unos tres días así

que este era el lugar donde lo había visto aquella

mañana cuando salio a cazar un jochi con su viejo 22 y se topo con el olor del gato en la nariz, el no le temía al onca pero tampoco le gustaba la idea de pelearlo a puro machete ni tenia intención de cazarlo, solo buscaba algo para comer y el tigre por la hora temprana seguro estaba buscando un lugar donde echarse a descansar, no le gusta el calor y prefiere cazar de noche cuando la selva esta fresca de rocío y sus potenciales presas no pueden ver sus fulgurantes ojos al acecho.Este buen lugar me dijo con una sonrisa, acá lo vamos a esperar, mas adentro, Chucujcus ojñi' agua estancada, el atsij vendrá aquí por la mañana. Confiaba en que la luz me echara una mano, si mis cálculos eran correctos, al alba el sol entraría a la selva por el espacio abierto del arroyo y me daría una hora, quizás mas, para poder fotografiar al felino, eso en el caso de que viniese a la cita , una cosa es ver un animal en la selva y otra muy distinta es fotografiarlo, muchas veces el animal se deja ver pero la luz es tan pobre que la fotografía es imposible y allá va otra buena foto perdida rompiendo monte, volando por la espesura, perdiéndose irreversiblemente, si no fuera porque me gusta tanto el bioma las frustraciones serian intolerables. Úche' aquí arriba me dijo señalando un viejo Itauba de ramas accesibles que nos sirvió para armar el refugio en donde pasaríamos la noche, unas viejas mantas impregnadas de olores animales que          

                                                                                             a mas de abrigarnos en la fría noche                                              

                                                                                            de   la  jungla ayudarían a camuflar               

                                                                                              nuestro olor natural; agua y un poco

                                                                                              de jochi frito para comer.

                                                                                              Pocas cosas me conmueven tanto

                                                                                              como el atardecer en la profundidad

                                                                                              de la selva, desde mi atalaya a mas

                                                                                              7 mts. de altura poco pueden divisar

                                                                                              mis ojos, pero mi nariz y oidos

                                                                                              festejan el furtivo silbido de los

                                                                                              zorzales chiguancos y el alboroto de

los monos silbadores, mientras mi nariz percibe aromas indecifrables y otros conocidos

y los grandes manechis comienzan su canto gutural ensordeciendo a la selva toda con su ronco rugido. La luna atraviesa el follaje con pálidos destellos de plata dándole a la floresta colores y formas fantasmales, mientras siento el antiguo temor de mis ancestros en la piel erizada; y la sangre corre por mis venas libre, enloquecida, mezcla de horror y exaltación, de gozo infinito y miedo aterrador, la selva canta para mi y yo la siento viva, como un solo ser, como una madre abraza a su hijo pródigo que regresa cuando puede a dar fé de que aún pertenece, que no la a olvidado que la ama profundamente.El silencio absoluto me volvió a mi situación de arborícola aficionado, mi guía dormía placidamente con la cabeza recostada en una orquilla, me arrope cuanto pude y me asegure de que no hubiese sorpresas registrando las cercanías en busca de hormigas 24 horas cuya picadura es realmente muy dolorosa u otra visita no deseada, pronto el cansancio me fue cerrando los ojos hasta quedarme dormido.Un calambre en la pierna me despertó y mientras me acomodaba para superarlo vi a mi compañero despierto fumando un cigarrillo, Yojcaty, como esta, pregunte en mi precario dialecto Tsimane, , Tam'yi dormir un poco me respondio, Sh?'. anta paso hace un rato lejos.No se cuando me volví a dormir pero cuando

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

mi guía me despertó aun era de noche, escuche, me dijo por lo bajo, todos mis sentidos se pusieron en alerta tratando de descifrar cada sonido, agudizando el oído como quien ajusta el dial de una radio, separando mentalmente los sonidos conocidos y que no tenían relevancia en este momento, intentando la mejor sintonización y allí lo escuché, era como un ronroneo entrecortado y largo, como un gemido, atsij. hay viene me dijo pero todavía esta lejos, como cuanto le dije mientras prendía un cigarrillo e intentaba encender mi cámara para lograr algún ajuste desesperado, nooo esta lejos una hora o mas, con la mirada fija en mi canon y la ceniza del cigarro que amenazaba con caer sobre mi, me relajé pensando que tal vez , solo tal vez, hoy tendría una nueva oportunidad de fotografiar al señor de la selva.Al alba una manada de monos silbadores llego a los árboles circundantes con sus agudos chillidos y acrobacias, por suerte no notaron nuestra presencia, no soplaba la mas mínima brisa y si se mantenía así el problema de que nos olfateara el tigre estaba resuelto, faltaba que la luz llegara. Tímidamente el sol empezó a dorar con su luz las altas copas de los árboles, ahora solo restaba esperar.El humo de mi cigarro se elevaba recto como una chimenea cuando lo vi aparecer como un fantasma, su vista clavada en el árbol de los silbadores, levante mi cámara y esperé a que diera otro paso ,si escuchaba el click de la cámara nos descubriría y escaparía, un paso mas, vamos un paso mas, mi dedo anarquista, oprime el disparador y mi cerebro se horroriza al pensar que lo escucho y ahora saldrá disparado selva a dentro pero !no! allí esta mirando los monos desde la base del árbol, disparo y vuelvo a disparar, ajusto el zoom, me apoyo mejor disparo, no lo puedo creer pero esta pasando el señor de la selva esta allí a escasos 15 mts mío jugando a las escondidas con una tropa de monos que ahora que lo han visto se agolpan en la copa del árbol entre gritos y saltos increíbles mientras el como jugando se conforma con observar el remolino de monos que su presencia genera. Yo solo disparo, ajusto y disparo; se acerca al agua, va a beber pero no puedo verlo desde este Angulo, no quiero moverme pero lo intento para descubrir que mis piernas están entumecidas y no responden, ¿donde esta? mi mirada se cruza con la de mi guía que me hace un gesto de que el no lo ve tampoco, se afirma sobre su machete como buscando seguridad en el, si el jaguareté nos atacara en esta posición sería mejor que en el llano pero no se podía considerar para nada seguro, un rayo amarillo y negro cruza la floresta como a 10 mts y se detiene en un giro de ancas !esta jugando!! el tan temido Onca pintado esta jugando como un gato asustando de muerte a los pobres monos silbadores que ya ensordecen con sus chillidos; me acomodo y disparo, camina hacia mi, gira a la derecha, pasa por detrás de un árbol , vuelve a salir se agazapa y pega el salto, trepa un poco, salta girando sobre si mismo rebota en otro árbol y cambia de dirección en el aire, ya no disparo, solo observo extasiado a este animal de mas de 100 kilogramos correr y hacer piruetas en el aire como jugando con los monos. Recuerdo la filmadora, la saco del bolsillo y se me escurre de los dedos la alcanzo antes de que caiga, filmo, lo que puedo, regreso a lo mío levanto la canon,¿donde esta? dos segundos le quite la vista de encima y no lo veo, donde esta!! lo miro al Tsimane y el me señala con su brazo extendido los arbustos que se encontraban justo frente a mi como a unos 15 metros levante mi cámara para ver como salía de la floresta y sus ojos se encontraron con los míos a través del lente, un frió me atravesó el cuerpo y sentí claramente como el bello de los brazos y la nuca se erizaban, no me moví, en el primer salto acorto nuestra distancia a la mitad solo para recogerse y volver a saltar esta vez mas alto hasta pasar con sus garras extendidas como una cruz por el costado de mi refugio y perderse en la selva sin un solo sonido.Todo había terminado, mi guía menos entumecido que yo me golpeaba el hombro sonriendo y felicitándome mientras miraba por sobre mi hombro las tomas del tigre en el visor de la canon. Tuvo que ayudarme a bajar del Itauba, mis piernas se negaron por un buen rato a mantener el equilibrio, encendí un cigarro y emprendimos el largo regreso por la selva.

Juan Carlos Ronchieri

Puerto El Sena - Pando - Amazonas - Bolivia

Allí donde el Río Manupare se une al Madre de Dios se levanta Puerto El Sena una empinada barranca lo separa del pueblo mismo, sus aguas bajas en esta época se mantienen calmas mientras las barcazas transportan autobuses y camiones cargados de sueños y mercaderías de una orilla a otra de Pando.Desde el río, una sucesión de embarcaciones de doble cubierta llama la atención del viajero, alternadas con los “peques” canoas de motor externo que utilizan los lugareños para desplazarse por el río y algún deslizador, como llaman aquí a las lanchas con motor fuera de borda. Arriba sobre la calle principal y única del puerto se levantan almacenes, humildes hospedajes y la barraca del Manutata probablemente el mayor acopiador de almendras del Sena.El día esta soleado y la selva que bordea el río se ve alta y saludable, los más de 30 grados en pleno Julio se hacen sentir, pero en la costa en donde se encuentra amarrado mi hospedaje flotante se mantiene bastante fresco. Mi camarote se encuentra en la popa de la segunda cubierta del “Papi chulo” al cual se accede por un pesado tablón que nos conecta con la costa y unas escaleras talladas en la tierra misma, no hay mayores comodidades en estas latitudes, pero esta bien, la espartana habitación esta acorde al lugar y a mi mismo, dos ventanas sin vidrios pero con mosquitero, una mesa de plástico y una cama de dos plazas completan mi mobiliario.Sena no es un lugar turístico, es un lugar de paso, los viajeros de Riberalta, El Beni o Guajará en la frontera con Brasil deben llegar hasta aquí para cruzar el Madre de Dios con destino a Puerto Rico, Cobija, Brasil o el Perú, no hay otro paso, ellos bajan de los buses a la espera de que este aborde la barcaza y en las demoras desayunan almuerzan o cenan en los diferentes puestos y almacenes que por este motivo allí se encuentran, mazaco de maduro o yuca para el desayuno, pollo frito, jochi, frutas como la toronja, sandia, plátanos, mangos etc. servirán para que el viajero y su familia se distraiga en la espera y coman algo, en general allí nomás y de parado.En cuanto al pueblo, no hay mucho para destacar sacando el hecho de que hay en el, una delegación de la Universidad Amazónica que le permite a muchos seguir sus estudios en la zona y que me fue de gran ayuda en lo personal ya que me prestaron sus PC para poder bajar mi trabajo a un disco rígido externo que llevo en mis viajes para guardar el material.Sus anchas calles de tierra colorada, las tiras de tasajo o charque colgando de un alambrado para que el sol las seque, su gente amable y sus casas de madera y chapa similares a otros pueblos del Beni o Pando.Antes de salir a la selva recorro los bares del lugar, son fuente de información medianamente segura, el paisanaje me ve extrañado recorrer sus calles con un calor de perros desde sus hamacas a la sombra y rodeados de crios mientras las mujeres se ocupan de las labores cotidianas, ni perros ni pájaros a la hora en que el sol del trópico apreta las calles de los pueblos, pero a mi nunca me sobra el tiempo y debo aprovecharlo.Ángel y su mujer tienen un puesto de comidas al costado mismo de la barranca y a pocos metros del río, lo construyeron de apuro y con el enojo de su vecino que muro de por medio intenta empujarlos, pero ellos están dispuestos a luchar por su lugar en el puerto y un futuro que compartir con sus pequeños tres hijos, son jóvenes, tal vez demasiado jóvenes para sus tres crios pero así es la vida en el Sena.Arrodillada junto al mortero la mujer de Ángel machaca con fuerza la yuca frita con sal, queso y huevo que se convertirá en mazaco de yuca para el desayuno.Una única mesa y dos largos bancos de madera son el mobiliario de este puesto, allí sentado estoy esa mañana temprana esperando mi desayuno mientras Ángel fue al almacén de ramos generales a conseguirme un poco de café que ellos, los locales, rara vez consumen.El movimiento del puerto es escaso en esta época en que la castaña no se cosecha y sacando el ir y devenir de los micros de tropa, como llaman a las empresas de autobuses y algunas barcazas que traen graba extraída del río para descargar, no hay mayor actividad, los lugares de comida se encuentran abiertos pero vacíos, los hospedajes que albergaran a las familias que de noviembre a Abril se internaran en la selva para la cosecha de la almendra hoy están desiertos.La llegada de un pescador con un hermoso surubí de unos 8 o 10 kilos me saco de mis pensamientos, llegó para ofrecerlo al puesto a unos 180 bolivianos lo que me pareció caro pero después por comentarios llegue a la conclusión de que ese era el precio normal un hombre que allí estaba desayunando lo compro.El Manupare es un rió generoso, en sus aguas viven especies como el surubí, mandubí pacú, piraña, sábalo, cachalote o machete de exagerados colmillos y la curvina o corvina de río roncadora que puede oírse a trabes del eco amplificado que el bote de madera reproduce en el río. Aquí aun se puede vivir como cazador y recolector y si bien los pobladores suelen tener su “chaco” o rosado de guineo o yuca y trabajan en ello, gran parte de su economía proviene de la selva misma y la madre natura.Eynar, mi guía local me pasaría a buscar a las 08,00hs pero esto es Bolivia y yo sabia que eso podía significar las 10,00hs o mas no obstante estaba un tanto ansioso de comenzar mi expedición por las costas del Madre de Dios la exuberante selva que alcanzaba a ver desde el puerto y los informes que había recabado sobre Antas y Tigres en la zona junto con los buscadores de oro, modernos garimpeiros del Madre de Dios me impulsaban hacia la selva y el río.A las 9,30 llegó Eynar con un rifle colgando de su hombro y algunas botellas de agua,de porte mediano y unos 45 a 50 años mi guía era todo lo que podía desear, amable y predispuesto me condujo hasta la embarcación en la que pasaríamos la mayor parte del tiempo recorriendo las costas del Madre de Dios y el Manupare , el tenia un chaco de guineos a una hora de allí y en esa zona comenzaríamos a explorar la selva en busca de rastros frescos .El abrazo de la selva de Pando fue feroz, el extenuante calor y lo duro del terreno me dejo exhausto tras cuatro horas de caminata abriéndonos camino a fuerza de machete, difícil rastrear en este suelo duro, un rastro fresco de chanchos del monte nos llevo aun mas allá pero no pudimos dar con ellos, miraba extrañado esta selva sin los familiares cantos de los pájaros y el húmedo aroma de las plantas, todo era quietud y silencio como si algún depredador anduviese por allí y si, así era, el mas temido por todos, nosotros mismos. La cercanía con el pueblo hacia que los animales en este lugar no se manifestaran lo que claramente significaba que este, era un lugar de caza.Al regreso le manifesté a Eynar mi inquietud y el asintió explicándome que los pobladores solían salir a cazar algún jochi ( Dasyprocta variegata) por estas zonas y que tendríamos que irnos mas lejos.Así recorrimos por una semana los dos ríos fotografiando fauna , visitando a pobladores antiguos de la selva que me fueron relatando sus experiencias de tantos años . Por allí pasaban los tigres me contaba un poblador de 85 años bien llevados señalándome no mas de tres metros de la puerta de su Pahichi mientras su esposa nos acercaba una jarra con jugo de toronjas, pero hace unos años tuvimos un gran incendio y los animales recién están volviendo.Cientos de mariposas multicolor se agrupaban en las costas para libar la sal que en estas queda al evaporarse el agua y las grandes iguanas verdes se asoleaban en los barrancos del Madre de Dios mientras navegábamos hacia las barcazas de los buscadores de oro que envenenan el río con el mercurio que utilizan para aglutinar las pequeñas pepas del preciado y maldito metal.Pronto volveré a las selvas de Pando, esta vez en busca de los Araonas que viven a unos cinco días río arriba del Manupare pero esa es otra Historia. 

   Juan Carlos Ronchieri         Fotógrafo y Naturalista

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